En 2017, John Mackey y Rajendra Sisodia publicaron el libro Capitalismo consciente, donde definieron este nuevo concepto que hoy sirve para dibujar un nuevo marco de relación entre las empresas y su entorno. La idea base es clara: las empresas deben nutrirse de un propósito amplio y actuar bajo principios de responsabilidad, superando los modelos basados únicamente en la consecución de objetivos financieros. Por lo tanto, deben pensar en el impacto de su actividad sobre el medioambiente y sobre la sociedad en su conjunto. Y, por supuesto, todas sus acciones concretas han de mantenerse alineadas con esta filosofía.
En esa misma dirección, durante los últimos años se ha desarrollado la idea de la economía de triple impacto, que defiende un modelo de organizaciones que, con su actuación, generan un efecto positivo en los ámbitos económico, social y ambiental.
Es claro que nos encontramos ante un nuevo paradigma que amplía el foco, porque reconoce al empresariado como agente de transformación y desarrollo, y fortalece la idea de que las compañías son esenciales para la articulación de la sociedad. En definitiva, esta nueva visión afirma que las empresas del siglo XXI están llamadas a afianzar su protagonismo en el devenir de la sociedad.
Se trata de impulsar la renovación de nuestro modelo de convivencia democrática dentro de un sistema que puede conjugar con eficacia la libertad económica, el bienestar colectivo y el progreso social. Por eso, no cabe duda de que debemos transitar por ese camino, no solo porque es bueno, sino también porque es lo más inteligente. El beneficio será colectivo para las compañías, para las comunidades donde operan y para el entorno.
Existen tres aspectos clave que se conectan con esta filosofía y que se deben adoptar de manera estratégica dentro de las empresas: sostenibilidad, desarrollo integral y principios.
Sostenibilidad: Hoy sabemos que la sostenibilidad se construye a través de las acciones de responsabilidad social de las compañías y que va más allá del medio ambiente. La responsabilidad social busca generar bienestar y oportunidades de desarrollo para toda una colectividad. Desde la ANDI, donde acompañamos a las empresas a adelantar planes en los cuales se involucran a las poblaciones en dinámicas productivas, conocemos bien el potencial de esta tarea.
Con la Fundación ANDI contribuimos a la comprensión de la realidad del país para que la inversión social privada logre resultados de impacto. El entorno donde se desarrollan las empresas y sus negocios es determinante para su sustentabilidad y sostenibilidad. Es un tema de interés no solo para los tomadores de decisión, sino para todos los colaboradores de las compañías, que, de este modo, ganan consciencia sobre la importancia crucial de su función.
Desarrollo integral: Nos referimos a un modelo de trabajo que involucra a todas las partes de manera armoniosa. Es así como las empresas abordan los asuntos comerciales no solo enfocadas en la rentabilidad, sino también orientadas a apoyar el mejoramiento de las regiones y su calidad de vida con actos sólidos que dejan una huella positiva en los empleados, los clientes y los proveedores.
En este sentido, si observamos la encuesta sobre el panorama de la inversión social de las empresas de la ANDI publicada en 2020, vemos que el 63 % de las empresas encuestadas asegura que su estrategia social está alineada con la operación del negocio, el 78 % desarrolla proyectos en su zona de influencia y, a diferencia de los años pasados, se han diversificado los departamentos donde se ejecutan estas iniciativas. No obstante, en su mayoría siguen concentrados en Bogotá, Cundinamarca, Antioquia y Valle del Cauca. Estos resultados responden a una mejor lectura de la realidad y a un mayor conocimiento por parte de las compañías de lo que implica cada una de esas líneas de acción.
Principios: Es ahora cuando cobra mayor relevancia preguntarse acerca de las acciones que la sociedad espera de las compañías y de los líderes. Las empresas son agentes económicos estratégicos no solo para el funcionamiento y crecimiento de los territorios y del país, sino para el desarrollo de la sociedad en su conjunto.
El mundo cambió y, bajo los nuevos desafíos, el sector privado debe promover iniciativas que impacten de forma positiva y den soluciones a las necesidades y expectativas ciudadanas. Una de las enseñanzas más grandes que nos ha dejado la coyuntura actual es que las organizaciones deben tomar una posición activa en situaciones difíciles y ayudar al país.
Debemos hacer lo posible para que el nuevo paradigma sea un compromiso real, que se refleje en nuestro actuar diario. Conscientes de que debemos ofrecer una respuesta ante un momento histórico, desde la ANDI hemos adelantado labores concretas para promover que las empresas sean generadoras de progreso.
Si hacemos un recuento de las acciones en que la ANDI y sus afiliados hemos puesto voluntades y capacidad al servicio de objetivos comunes en el último año, podemos destacar las siguientes: la campaña Unidos Somos Más País, que recogió donaciones y coordinó trabajo logístico para atender a los afectados por la pandemia más vulnerables; la iniciativa #EmpresasPorLaVacunación, en la que la que más de 2.700 compañías financiaron más de 2 millones de vacunas contra el COVID-19 para sus trabajadores y familias; y, en general, la actividad constante de compromiso con la reactivación, la preservación del trabajo y la inversión.
El empresariado tiene una responsabilidad que va más allá de cumplir una función productiva, ya que todas estas actividades influencian a las poblaciones y tienen la capacidad de generar desarrollo social, bienestar e, incluso, equidad.
Esta idea hace parte de un nuevo enfoque que habla de la creación de negocios con alto impacto para producir valor y crear así un círculo virtuoso que nos beneficie a todos: a la sociedad civil en su conjunto, al Estado y al sector privado.
Si todos trabajamos por un propósito superior, construiremos más Colombia. El horizonte a alcanzar es preciso: una Colombia más fuerte, que avance impulsada por una sociedad más justa y con una economía que ofrezca oportunidades de progreso para todos. El empresariado colombiano sueña con este objetivo, está convencido de su responsabilidad y está completamente decidido a afrontar la tarea con toda determinación.