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septiembre 6 de 2024
Discurso de clausura del Noveno Congreso Empresarial Colombiano de la ANDI

Para un país joven como Colombia que confirmó su independencia hace solo 205 años, 80 años es una muy buena parte de su vida republicana.

Es así como la asociación nacional de empresarios, originalmente asociación nacional de industriales - ANDI, nació hace 8 décadas acá en Medellín.

Se trató de un esfuerzo por consolidar la voluntad de algunas de las más importantes empresas y empresarios de la época, alrededor de las oportunidades que tenía nuestro país en ese momento, llegando al punto en que esta organización se ha convertido en un colectivo con representación amplia y transversal de la comunidad empresarial de nuestro país que se une para buscar las mejores oportunidades para Colombia y sus ciudadanos.

Es por esto, que en la ANDI siempre estamos trabajando por la construcción de Más País, y este momento merece que pensemos en Colombia en grande, con valentía, ambición social, objetividad y realismo.

Por esta razón y por concentrarnos en lo más importante, no quiero dedicar estas palabras a las diferencias que tenemos, que son muchas, y que además han sido utilizadas para profundizar brechas en nuestra sociedad, y son usadas, en función de la política, entendida exclusivamente como la búsqueda del poder, sino a los aspectos importantes de nuestra sociedad que consideramos requieren de atención máxima de parte de todos.

A pesar de la ausencia del señor presidente, hemos tenido la participación de algunos de sus ministros y altos funcionarios con nosotros compartiendo de este espacio de diálogo y construcción.

Desde hace 2 años que nos encontramos en Cartagena al inicio de su mandato hemos tenido la oportunidad de manifestar nuestro mensaje que se ha centrado en dialogar sobre las múltiples oportunidades que teníamos de trabajar conjuntamente en muchos de los grandes retos y falencias que tiene nuestra sociedad.

Creemos que el trabajo mancomunado entre el sector público y el privado es el engranaje de la prosperidad y el desarrollo de un país.  

No es momento de lamentarnos sobre lo que no fue, aunque indiscutiblemente han sido muchas las oportunidades que hemos perdido de darle solución a los problemas y anhelos de los colombianos en este tiempo. Ha sido un gran desperdicio.

Si bien el principal escenario del ejercicio de las funciones del empresariado es el económico, también es cierto que este empresariado ha estado íntimamente ligado a la construcción de soluciones en nuestra sociedad. Sería muy largo hacer un recuento de todas las acciones, esfuerzos, proyectos o aportes que han hecho los colombianos que dedican su vida a producir y a brindar servicios, a la sociedad.

Puedo dar fe de que este grupo es un grupo comprometido con la sostenibilidad social y ambiental de Colombia, que entiende los retos que tenemos en términos de superación de pobreza, de reducción de las inequidades, de generación de actos de inclusión contundentes, y que, sobre todo, es un grupo que sabe que en sus manos está la capacidad de lograr que Colombia sea un país más próspero, más competitivo, y con mejores condiciones de acercar nuestra sociedad a una sociedad mejor.

Como colectivo, no entendemos ni asumimos rivalidades políticas, nuestra tarea es el desarrollo social y ambiental y el desarrollo económico.

Estamos plenamente convencidos del poder de las instituciones, la separación de poderes,  y la democracia para lograr generar condiciones de convivencia razonable, y ojalá virtuosa en Colombia, que es una comunidad diversa, joven, que busca su destino, somos una sociedad que sueña con La Paz de las armas y La Paz de las palabras, que entiende que estamos lejos de ser un país desarrollado, pero que tiene el derecho a soñar con serlo, que sueña con las libertades de las sociedades desarrolladas, que sueña con la transparencia y la lucha contra la corrupción de las sociedades justas, que sueña con ofrecerle oportunidades a sus juventudes y cuidado a sus mayores, para que los primeros no tengan que emigrar a otros países, para poder hacer realidad sus proyectos y los de sus familias, y los segundos, puedan vivir una vida sin el miedo al desamparo en la vejez.

Creemos que tenemos que tomarnos en serio lo que está sucediendo en Colombia hoy en día, así como la responsabilidad que tenemos como sociedad de encargarnos de las tareas más importantes que tenemos por delante.

Hay al menos 4 frentes que requieren de toda la atención, del gobierno y la sociedad:

No podemos menospreciar el impacto que tendría sobre nuestra economía la pérdida de la estabilidad fiscal, o el impacto sobre la sociedad del deterioro del sector salud, o el que tendría sobre el aparato productivo y los hogares la pérdida de seguridad energética, así como no podemos despreciar tampoco los efectos sobre la población del deterioro en seguridad que estamos viviendo, o el efecto de la pérdida de control del territorio por parte de el estado, que significa nada más ni nada menos que la claudicación ante los grupos al margen de la ley y bandas criminales. Se trata de una de las formas de fracaso más graves para una Nación.

Durante estos dos años, como siempre a lo largo de la historia de Colombia, hemos expresado nuestras preocupaciones, no sobre temas en los cuales tengamos diferencias ideológicas que entendemos siempre existen, sino sobre los temas que eventualmente ponen en peligro la estabilidad de la nación.

Por eso tenemos que tomarnos en serio las finanzas públicas y su efecto sobre el resto de la economía. El Estado tiene que pensar en las consecuencias de sus acciones y omisiones.

El Gobierno debe ser el más responsable de los agentes económicos, debe asumir su responsabilidad como el gran regulador, el mayor agente, el más interesado en el bien común, el que cuenta con más herramientas, el gran dinamizador. Por esto, debe ser el más consciente del efecto de sus actos y señales sobre la sociedad y la ciudadanía.

Debemos dejar de ver al Estado como un gran agente de gasto, que está en función de los intereses electorales y poder verlo como el gran habilitador del desarrollo.

Tomémonos en serio la salud de los colombianos.

La conversación sobre el sector salud ha sido una de las más complejas, porque si bien a pesar de los inmensos avances registrados durante los últimos años, también es cierto que Colombia no había logrado construir un mecanismo de sostenibilidad fiscal del sistema estable, también es cierto que algunas de las medidas tomadas y otras propuestas en las reformas generan gran alarma a toda la población en términos de la capacidad del estado de poder cumplir con su obligación constitucional de atender la salud de todos los colombianos.

Este caso dista mucho de ser un problema ideológico, ya que incluso si alguien quisiera proponer la idea de que el estado prestara todos los servicios de salud, sería una idea salida de toda la realidad.

Hoy nos tenemos que sentar a asegurar dos cosas: la atención efectiva y con calidad de los pacientes colombianos, y el aseguramiento financiero y desde el punto de vista fiscal sostenible del sistema.

Cuando hablo de seriedad frente al tema digo que, a pesar de nuestras diferencias, no podemos permitir que el sistema de salud se siga deteriorado, no es aceptable que este se haya convertido en tema ideológico. Los colombianos no podemos permitir que se pierda todo lo que hemos construido con tanto esfuerzo.

Debemos ser serios con el tema energético también. Si hay un requisito para el funcionamiento del sistema productivo, y el bienestar de los hogares es el suministro de servicios públicos

Es preciso contar con un sistema sólido, confiable y sostenible. Pocos habilitantes más indispensables para el desarrollo, que el sistema energético.

Un sistema energético que camine hacia la carbono neutralidad, al tiempo que camina hacia la sostenibilidad. No podemos enfrascarnos en si debemos tener más energías limpias o no Sí debemos tenerlas, pero sobre todo debemos tener más energía más limpia y más barata.

Para esto necesitamos los proyectos nuevos, muchos, suficientes, y además muy pronto. No nos podemos preguntar si Colombia quiere adelantar una transición energética, hagámosla. Pero no juguemos el juego doble de que queremos hacer una transición energética y luego no habilitamos los proyectos.

Hablábamos hace dos años de la inmensa oportunidad que tiene Colombia de construir ventajas competitivas alrededor de la baja huella de carbono.

Estoy convencido de que esta oportunidad es real y concreta, pero para eso se requiere, materializar los proyectos con que van a permitir profundizar en la limpieza de la matriz.

¿Que nos está pasando en el tema de seguridad? Todos conocemos de las capacidades de la fuerza pública de mantener el control del territorio y evitar las violencias.

No es solo un tema de seguridad, se trata también de sus efectos sobre la integridad de la nación y el efecto sobre la vida de tantos colombianos.

Los ciudadanos tenemos el derecho a pedirle al estado que nos brinde seguridad, que se la brinde a todas las familias de todo el territorio. Hemos hecho grandes esfuerzos por su fortalecimiento. No podemos debilitar a las fuerzas militares y de policía. Son ellas las encargadas de defender las libertades.

El Control del territorio no es otra cosa que garantizar la presencia del Estado pleno en cada municipio y vereda de Colombia. Son demasiados años de violencia, demasiados años sin libertad plena.

La idea de paz en todo el territorio es quizás la urgencia más apremiante que tiene nuestra nación, la búsqueda de ese anhelo amerita grandes esfuerzos, pero en ningún caso amerita la entrega del territorio a grupos delincuenciales que claramente son enemigos del pueblo colombiano y de su bienestar. Estamos frente a la más grande amenaza contra la sociedad.

No podemos actuar con ingenuidad, debemos hacerlo con pragmatismo, estrategia y realismo, sabiendo de nuestras fortalezas y debilidades. Sin violar principios fundamentales como que el Estado debe tener el monopolio de la fuerza y las armas.

Con grandeza al momento de deponer nuestros egos individuales y colectivos, pensando en la ciudadanía, la solución de nuestros problemas y las fallas históricas, reconociendo que somos una sociedad que está en deuda en muchos frentes con sus habitantes, uno de ellos la seguridad.

Es momento de pensar en la reducción de las violencias como resultado del fortalecimiento del Estado, pero también como resultado de la transformación de la sociedad.

Estamos convencidos de que Colombia es de todos, y tiene mejores formas de tramitar sus diferencias que la polarización y el odio entre sus habitantes.

Colombia tiene demasiadas heridas para empeñarnos en abrir nuevas heridas o profundizarlas. El país requiere de la madurez y la mejor voluntad de sus líderes. Sabiendo que todos somos tripulantes de una nave que no nos pertenece, pero que tenemos la responsabilidad de llevar por el mejor camino hacia el destino en el cual se la debamos a entregar a próximas generaciones. Al país le decimos que aún si nos equivocamos, podrá estar seguro de qué haremos nuestros más honestos esfuerzos por tratar de acertar.

Es tiempo de pensar en grande, no con ingenuidad, pero si con la responsabilidad que nos da el estar en estos momentos de la vida acá.

Un capítulo importante es la corrupción, debemos tener la capacidad y la responsabilidad de trabajar y exigir principios éticos que nos permita contar con una sociedad justa, transparente y equitativa.

Históricamente hemos declarado la corrupción como uno de los flagelos que más daño nos hace como sociedad, la corrupción nos distorsiona la realidad que necesitamos para soñar con el progreso, nos desvía los recursos que deben estar dirigidos al bienestar colectivo y a la generación de desarrollo.

Tan importante como la búsqueda de la paz debe ser la lucha contra la corrupción.

Hoy nos encontramos aquí, en este momento tan significativo, no solo para la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia, sino también para el país que hemos ayudado a forjar durante estas ocho décadas.

Colombia es una nación que ha superado muchísimos desafíos, hemos sobrevivido a guerras civiles, violencias partidistas, a la del terror del narcotráfico, ahora nos llega el momento de defender la democracia y las libertades que ella supone.

Sentimos algunas amenazas disolventes de la sociedad y nos enfrentemos a algunas narrativas que insisten en llevar mensajes equivocados. Pero la nación tiene vocación de permanencia en el tiempo y capacidad de resiliencia. Hoy la invitación es a seguir unidos construyendo un mejor futuro.

Este sector productivo ha sido el motor del progreso y seguirá siéndolo, seguiremos enfocados en concentrar nuestros esfuerzos en trabajar con integridad y convicción de que el valor de nuestro trabajo está representado en el bienestar para todos.

Fue el lunes 11 de septiembre de 1944, cuando 25 visionarios empresarios antioqueños se reunieron para sentar las bases de lo que pronto se convertiría en una de las instituciones más emblemáticas y representativas de Colombia.

Hoy 80 años después los convoco a redoblar los esfuerzos en la defensa de Colombia, no como una fuerza reactiva que resiste, sino como una fuerza que construye, que propone, que sabe que Colombia es el país de todos, construyamos objetivos comunes, trabajemos en identificar situaciones ideales, con las cuales podamos soñar.

Nos hemos caracterizado por ser luchadores, por aguantar, por resistir, por mitigar daños, por no dejarnos afectar. Demos un paso adelante y pasemos a ser una sociedad que piensa y que sueña con un mejor futuro, enseñemos a nuestras juventudes a soñar y demostrémosles que es posible hacerlo, porque es posible. Dediquémonos a la construcción de futuro.