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diciembre 11 de 2018
Cuando la inversión social hace parte del negocio

El sector privado tiene la capacidad de transformar las problemáticas sociales con un nivel de impacto nunca antes visto en el mundo.

Durante muchos años se asumió que existía una tensión natural entre el éxito de los negocios y la prosperidad de la sociedad. El valor compartido es una forma diferente de pensar, que ve los problemas sociales como la oportunidad de crear estrategias competitivas que simultáneamente crean valor para la sociedad y las empresas.

Mark Kramer desarrolló este concepto junto a Michael Porter, y estuvo presente en el CEC, donde hizo especial énfasis en que promover buenas prácticas de impacto social a través de los negocios posiciona a las empresas de una manera única, mejora su eficiencia operacional y genera grandes transformaciones sociales.

Un ejemplo de esto es el caso de Innova Schools, una red de colegios creada en Perú para ofrecer educación accesible y de alta calidad, financiada desde 2010 por el grupo empresarial Intercorp. A una escala que no lograría la caridad, y con el pensamiento de negocios que no puede aportar el sector público, los estudiantes de In-nova Schools tienen un desempeño en el primer cuartil de las mejores instituciones del mundo, mientras que la organización genera US$50 millones en utilidades.

Desde la ANDI se promueve que cualquier compañía interesada en crecer y ser sostenible en el largo plazo, considere como parte de su estrategia de negocio las problemáticas sociales de su entorno.

Casos en nuestro país

Ya existe en Colombia un número importante de empresas que le están apostando, desde la actividad principal de la empresa, a construir una sociedad más equitativa, incluyente y reconciliada.

Los líderes de algunas de estas compañías compartieron experiencias en un panel que incluyó a Selva Nevada, Grupo Nutresa, Pavco, Bavaria y Arrocera La Esmeralda. En un espacio modera-do por Claudia Palacios, periodista de Citytv y columnista de El Tiempo, los empresarios narraron cómo fue el tránsito para empezar a pensar sus estrategias sociales más allá de la filantropía e involucrarlas en la lógica de su actividad económica.

Este es el caso de Bavaria que, con un acompa-ñamiento a las tenderas, ha incrementado sus ventas en este canal que representa el 25% de su volumen. Simultáneamente, ellas han aumentado sus ingresos y han accedido a bancarización y créditos. Además, por cada peso que ahorren, la compañía aporta el doble para la educación de sus hijos y nietos.

Arrocera La Esmeralda, por su parte, vio en la apertura económica de los noventa una oportunidad para exportar y asumió el reto capacitando a pequeños agricultores para que alcanzaran los estándares de calidad de Europa y Estados Unidos. Hoy 670 cultivadores, que incluyen población vulnerable, producen arroz de alto valor: orgánico certificado, sostenible y con sello de comercio justo.

A su turno, Grupo Nutresa encontró una forma de mejorar la productividad de las personas que trabajan en los cultivos de sus materias primas con ‘Germinar’, un programa agroalimentario que beneficia la nutrición y el bienestar de los proveedores de zonas como Montes de María, Santander y la Sierra Nevada. De esta manera, la compañía asegura un abastecimiento sostenible y la trazabilidad de sus insumos.

Y en el caso de Selva Nevada, el 70% de las compras proviene de 11 comunidades rurales con las que han pasado de una relación filantrópica a ser socios de un negocio rentable que trabaja para hacer de la riqueza natural colombiana una ventaja competitiva.

Hace 20 años llegó Pavco a Guachené, en el norte del Cauca, donde la empresa decidió capacitar a las personas de la zona que venían trabajando en labores del campo, para generar oferta de empleo local. Esto les ha generado grandes beneficios por la baja rotación del personal, la alta productividad de esta sede y una mejoría en los indicadores de salud y seguridad en el trabajo.

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