Uno de los ejes de la estrategia de industrialización consiste en establecer relaciones productivas entre las diferentes partes de una misma cadena. El sector minero es uno de los que más oportunidades ofrece.
Por Camilo Trout Lastra
Economista Senior de la Vicepresidencia de Desarrollo Económico y Competitividad de la ANDI
Los encadenamientos productivos hacen parte de la estrategia de industrialización promovida por la ANDI, cuyo principal objetivo es el desarrollo de proveedores y la conexión entre compañías, tanto compradoras como vendedoras, de una cadena específica.
De acuerdo con el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial, Colombia ocupa la posición 60 entre 140 países (2018). Dentro del pilar de capacidad de innovación, el país ocupa la posición 73, mejorando en aspectos como la diversidad en la fuerza de trabajo; el estado del desarrollo de clústeres; la elaboración de publicaciones científicas; la calidad de las instituciones de investigación y las solicitudes de marca.
Sin embargo, hay un deterioro en invenciones en colaboración internacional, colaboración con las múltiples partes interesadas, solicitud de patentes, inversión en investigación y desarrollo y sofisticación del comprador. Es decir, el país en general tiene un reto en materia de competitividad frente a los encadenamientos productivos. Vale la pena aclarar que el reporte de competitividad para el 2018 incluyó nuevos indicado-res, acordes con la Cuarta Revolución Industrial, como capital humano, innovación, resiliencia y agilidad, ya que la tecnología per se no aumenta la competitividad si no viene acompañada de instituciones y recurso humano para el buen uso e implementación de la misma.
La ANDI, para aprovechar de la manera más eficiente los encadenamientos productivos, ha reconocido cuatro actividades fundamentales: identificación de la oferta y demanda de la cadena; creación de espacios de relacionamiento entre compradores y potenciales proveedores; identificación de brechas de cantidad, calidad o técnicas que impiden el cierre del negocio; y, por último, el desarrollo de propuestas de políticas públicas. Para llevar a cabo estas actividades se han identificado cuatro cadenas específicas: minero-energética, construcción, industria del movimiento (aeronáutica, astillero y automotriz) y agroindustrial; articuladas con las diferentes Cámaras Sectoriales y Seccionales de la Asociación.
El peso del sector minero-energético
La actividad extractiva es una de las que más oportunidades de encadenamientos ofrece. Basta con darle un vistazo al tamaño del sector minero-energético y su repercusión en algunas de las cifras más importantes del país en el 2017: las actividades de extracción de carbón mineral, extracción de petróleo crudo, gas natural y minerales y extracción de minerales metálicos, correspondieron al 5,0% del PIB; con un valor de $45,4 billones. Además, las exportaciones de petróleo y sus derivados representaron el 34,5% de las exportaciones totales, con un valor de US$13.062 millones. En cuanto a inversión extranjera directa (IED), el país recibió US$3.106 millones por parte del sector petróleo y US$956 millones del sector minas y canteras, un 29% del total de la IED.
Además, vale la pena tener cuenta las cifras correspondientes a los encadenamientos hacia atrás y hacia adelante de hidrocarburos y minería. En el caso de los primeros, según la estructura de costos de 2016 del DANE, se registraron compras por US$7.520 millones (2,7% del PIB) a los sectores de transporte y telecomunicaciones, minería, servicios a las empresas, industria manufacturera, construcción, comercio, hoteles y reparación de artículos, electricidad, gas y agua, entre otros. Las cifras de encadenamientos hacia adelante, por su parte, revelan consumos de US$8.638 millones (3,1% de PIB) por parte de las industrias manufacturera, minera, de construcción, electricidad, gas y agua, y agropecuaria.
Una ilustración más sencilla de la importancia del encadenamiento productivo del sector petrolero está dada por derivados de un barril de crudo: gasolina, briquetas de carbón, lubricantes, cera para fabricar velas y crayolas, ACPM, asfalto, energía y gases licuados como el propano. También se producen petroquímicos y una gran lista de productos de plástico de uso tan cotidiano como tuberías o partes de teléfonos, por mencionar solo un par de ejemplos.
¿Qué ha hecho la ANDI?
Para fortalecer los encadenamientos pro-ductivos relacionados con este sector, la ANDI ha trabajado desde varios frentes. En 2009 realizó un estudio junto a la Agencia Nacional de Hidrocarburos y CRU Strategies, que se titula La cadena de hidrocarburos, una oportunidad para la industria colombiana. Allí se presentó un análisis de competitividad y priorización de bienes y servicios, que mide las fortalezas que podrían generar oportunidades de inversión y de crecimiento para la industria local. Posterior-mente, en 2012, la ANDI creó la Vicepresidencia de Minería, Hidrocarburos y Energía y, junto a la Vicepresidencia de Desarrollo Económico y Competitividad, lanzó el evento Colombia Genera, un espacio anual para debatir y proponer políticas públicas relativas a este sector.
Cada año, en el marco de Colombia Genera, se realiza una rueda de relacionamiento, que en el caso de la séptima versión de este evento contó con 16 compradores, 101 vendedores y 187 citas agendadas. El seguimiento a esta rueda permitió establecer que el 48,3% de los compradores afirmó que después de las citas se generaron perspectivas favorables de negocio y expectativas de negocios por $10.505 millones.
Lo más importante es tener en cuenta que los encadenamientos productivos tienen la capacidad de aumentar la competitividad y la productividad de las empresas, más allá del sector al que pertenecen. Con el fin de lograr procesos exitosos, las empresas involucradas deben contar con una política de desarrollo social y sostenible que integre su política de responsabilidad social empresarial con su negocio, para así beneficiar a las partes interesadas.