La innovación, un término en boga durante los últimos años, ha sido parte del desarrollo de la actividad empresarial en Colombia desde la fundación de la ANDI. Así ha evolucionado este concepto, cada vez más transversal.
Imelda Restrepo
Vicepresidente de Desarrollo Económico y Competitividad de la ANDI
Hace un par de meses, el Foro Económico Mundial anunció el lanzamiento del Centro de la Cuarta Revolución Industrial en Medellín. Sin duda, esta es una gran noticia para el país, la ciudad y los empresarios colombianos. Por muchos años, el sector empresarial nacional ha sido innovador al aceptar los diferentes retos que exigen las tendencias globales. Una mirada a las empresas afiliadas a la ANDI, que en 2019 cumple 75 años, sirve de ilustración.
Sustitución de importaciones, especialización y sofisticación
A finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando se fundó la ANDI, ya existían en el país varias empresas consolidadas. Este momento se caracterizó por la sustitución de importaciones. En general, Colombia optó por un desarrollo industrial con cierta diversificación y especialización regional: Medellín, el principal centro fabril, se orientó hacia los textiles; en Bogotá estaban las cervecerías y las cementeras; Barranquilla contaba con textiles y molinos; y Cali se caracterizaba por el procesamiento de azúcar.
La innovación no se limitó a la sustitución de un bien importado y la conquista del mercado interno. Paralelamente, el empresariado buscó una mayor tecnificación y sofisticación de sus procesos productivos. En el sector de los textiles, se pasó del telar mecánico al automático; en el procesamiento de caña de azúcar, se consolidó el modelo de integración vertical; y en el sector cementero, se empezó a mirar al mercado externo. Y, por supuesto, está el café, el principal producto de exportación de ese entonces. Con el desarrollo de la caficultura y la cadena del azúcar se dio inicio a la agroindustria en Colombia, focalizada en un producto que estuvo estrechamente ligado al desarrollo de las comunidades o regiones donde su cultivo estaba localizado. Muestras de ello son la infraestructura y los buenos indicadores sociales que caracterizaron al Eje Cafetero durante los períodos de bonanza, con un caso de innovación social.
En las tres décadas siguientes, el proceso de industrialización que atravesó el país fue una muestra clara de la capacidad de los empresarios para asumir riesgos, enfrentar nuevos retos e intentar apropiarse de las tendencias mundiales. En este período (1945-1975), mientras el país crecía a una tasa del 5,1%, la industria lo hacía a tasas del 7,4%. Los modelos de integración vertical tendían a predominar, el capital humano se fortaleció y se contaba con unas empresas que, fundamentalmente, miraban al mercado interno.
Las tendencias globales evolucionaron y, lentamente, se pasó de la sustitución de importaciones hacia un modelo de apertura. El país no fue ajeno a esta tendencia y, desde mediados de los setenta, se orientó hacia el exterior. En esta época, además del reto de ingresar en mercados más grandes y competidos, apareció la competencia desleal del contrabando, sumada al narcotráfico y el lavado de activos. Se tuvo que enfrentar una situación ante la cual no hay estrategia de innovación, de análisis de riesgo o de creatividad que sirva.
Apertura e internacionalización
A principios de la década de los ochenta, América Latina enfrentó una situación de crisis y serios problemas de deuda. Sin embargo, Colombia logró superar esta etapa sin entrar en una fase recesiva y honró sus compromisos con la deuda externa. Esto no hubiera sido posible si no contara con empresas que se adaptaran rápidamente a la crisis y mantuvieran su confianza y su inversión en el país.
Los años siguientes se caracterizaron por ser un periodo de apertura económica y bonanza cafetera –claros síntomas de enfermedad holandesa–, reformas institucionales y estructurales, y la expedición de una nueva Constitución. Este nuevo escenario exigió cambios de fondo en la actividad manufacturera. Las exportaciones del sector comenzaron a adquirir cierto dinamismo y es así como se consolidaron las exportaciones menores y no tradicionales. Un hecho destacable es que –a diferencia del período de sustitución de importaciones, cuando la actividad exportadora de la industria colombiana era marginal–, a partir de los noventa, las exportaciones hicieron parte integral de la estrategia de crecimiento de un gran número de empresas nacionales.
La mayor orientación hacia el exterior de las empresas colombianas estuvo acompañada de estrategias que buscaban consolidar su posición competitiva tanto en el mercado nacional como internacional. En este sentido, los industriales ajustaron su estructura de costos, mejoraron su servicio al cliente, desarrollaron nuevas líneas de producción, fortalecieron la investigación de mercados, produjeron bienes de mayor valor agregado, y, en general, aumentaron la productividad de sus empresas. Durante este período, la innovación estuvo presente en la gestión empresarial, en la mayor capacidad de respuesta frente al mercado y en el diseño de sistemas de producción más flexibles. La integración vertical perdió relevancia y las empresas comenzaron a subcontratar parte del proceso productivo, se especializaron en líneas de producción específicas y crearon otras nuevas. En esta época también aumentó la presencia de inversión extranjera directa en Colombia.
Luego, con el cambio de siglo, se pasó de la apertura a la internacionalización de la economía. Competir en mercados internacionales seguía siendo el principal reto, más allá del mercado natural que representaban las economías cercanas, con un panorama más amplio. Fue así como Colombia firmó tratados de libre comercio con países que, entonces, representaban más del 65% del PIB mundial.
Desafíos actuales
El reto para las empresas es cada vez más desafiante: la competencia es progresivamente más agresiva; ahora hay que pensar en cadenas globales de valor; la innovación, que anteriormente era una novedad, pasa a ser una necesidad; las decisiones sobre qué y cómo producir no son de la empresa, sino que deben partir desde el mercado; el modelo de negocios debe transformarse permanentemente para sobrevivir; y las exigencias relacionadas con la protección de los derechos humanos y del medio ambiente deben incorporarse en la estrategia empresarial.
Con respecto a la internacionalización, se ha consolidado la figura de las multilatinas, así como los encadenamientos con grandes empresas en diferentes partes del mundo, como es el caso de las iniciativas de encadenamientos de empresas colombianas con Airbus, SAAB y la Corporación de la Industria Aeronáutica Colombiana (CIAC), y la creación del Comité Interinstitucional Aeronáutico de Colombia.
Llegamos al punto de partida de este artículo: la Cuarta Revolución Industrial. En el siglo XIX, el parámetro era que las compañías compitieran entre ellas mismas. Luego, en el siglo XX, la competencia era entre productos. Hoy por hoy, en el siglo XXI, los que compiten son los ecosistemas: los que más inviertan en investigación, desarrollo e innovación tendrán la facilidad de desarrollar y mejorar el portafolio de productos y servicios y, por lo tanto, serán mucho más competitivos.
Hoy, 75 años después de la creación de la ANDI, existen empresas donde tecnologías como cloud computing, data analytics, big data, el internet de las cosas, la robótica y la inteligencia artificial son parte de la estrategia y están apalancando el desarrollo de nuevos productos y servicios enfocados en consumidores cada vez más exigentes y globales. Estas tecnologías permiten también tomar mejores decisiones y renovar los procesos al interior de las empresas.
A través de la innovación y la economía digital, Colombia ha logrado una mayor conectividad, un paso fundamental en la creación de un ecosistema digital. El desafío inmediato es consolidar estos avances y formar el talento digital, puesto que algunas de las habilidades que la Cuarta Revolución Industrial requiere son la capacidad de solucionar problemas complejos, el pensamiento crítico, la administración y coordinación de personal, la inteligencia emocional, el juicio y criterio para tomar decisiones, la orientación al servicio, las destrezas para negociar y la flexibilidad cognitiva, entre otras.
Mientras tanto, las empresas ya están atravesando una transformación digital: en Colombia, el 68% de ellas tiene acceso a internet, el 34% dice tener presencia en la web y el 35% realiza ventas de productos o servicios en línea, por mencionar algunos ejemplos.
La pregunta ahora es: ¿nos estamos preparando para el futuro? El reto allí no es menor, pues el mundo se transforma cada vez más rápido, por lo que posiblemente la Quinta Revolución Industrial ya se esté gestando, y con seguridad sus protagonistas serán los innovadores de la ANDI del Futuro, una red de emprendedores que cuenta con 320 empresas y presencia en seis regiones del país. Son empresas diversas, dinámicas e innovadoras que buscan generar valor para el país, no solo en lo económico, sino en términos sociales y ambientales.
Las empresas ANDI del Futuro se caracterizan por su mentalidad global, sus equipos de trabajo interdisciplinarios, un crecimiento rápido, rentable y sostenible, y la innovación como parte fundamental de su ADN. Innovación que se ve reflejada en la capacidad que tienen de crear soluciones diferenciadas y con valor para resolver problemáticas o proponer nuevas dinámicas empresariales.