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abril 1 de 2022
Ecosistema de emprendimiento, una mirada desde la sostenibilidad

La medición de los ecosistemas de emprendimiento debe comprender una mirada más amplia. Unas de las perspectivas que debemos tener en cuenta para que sigamos midiendo el desarrollo y la salud de nuestros ecosistemas son las de sostenibilidad y florecimiento.

 

Los ecosistemas de emprendimiento son esos sistemas que permiten que diferentes actores generen nodos de conexión, los cuales desarrollan diferentes elementos o estructuras para la evolución de la economía de una ciudad, región o país. Con las problemáticas que se plantean en el nuevo panorama mundial, los ecosistemas deben estar apalancados no solo en actores de naturaleza privada, sino también de todas aquellas entidades de carácter gubernamental que puedan seguir promoviendo ese desarrollo económico, social y ambiental. 

 

En la medición de cómo se encuentran los ecosistemas de emprendimiento en los diferentes países se tienen en cuenta indicadores como lo financiero y la situación económica y social, pero sobre todo en términos de cultura y educación. 

 

En cuanto a la sostenibilidad, existen rankings y mediciones independientes que nos pueden guiar en cómo las empresas y los diferentes entes asumen los retos en temas como el cambio climático, la contaminación en todas sus formas y la explotación de recursos naturales, entre otros, que nos desafían como comunidad.

 

Un ejemplo de ranking de ecosistemas que puede apoyar la evaluación que se realiza del estado de estos ecosistemas es el del ICSE-Prodem, en donde Colombia se encontraba en el puesto 33 de 40 naciones participantes para 2021. Este ranking mide elementos del ecosistema como: condiciones de la demanda, estructura empresarial, cultura, capital humano emprendedor, condiciones sociales, capital social, plataforma de CTI, educación, políticas y regulaciones, y financiamiento. Aunque su mirada es muy completa, falta medir en muchas de estas clasificaciones ese nivel de desarrollo en la parte de sostenibilidad. ¿Cómo, desde nuestro ecosistema de emprendimiento, se puede medir el impacto que se genera para asegurar nuestra permanencia en el planeta? ¿Qué cambios deben facilitarse para que cada vez más emprendedores del mundo tengan políticas sostenibles? ¿Cómo, desde los modelos de negocio, se pueden plantear soluciones a esas problemáticas globales? Y, ¿cómo estas empresas son apoyadas por los distintos actores del ecosistema? Para este siglo no solo los temas de digitalización y acceso a tecnologías y financiación son importantes, apremia la necesidad de contar con mediciones más integrales en cuanto a la sostenibilidad de nuestros propios ecosistemas.

Un autor interesante, que habla de un término muy cercano a lo que debe ser la sostenibilidad, es John R. Ehrenfeld, el cual plantea que este concepto ha fallado y no nos está llevando por una trayectoria sana. Por esta razón reivindica el término floreciente (flourishing), que representa la realización del potencial biológico de todas las criaturas vivientes y la realización del potencial humano existencial, o sea, cómo podemos vivir de verdad una vida con propósito. Ese propósito debe asegurar la permanencia de varias generaciones en el planeta y agrupar aquellos intereses no solo económicos, sino esos entornos sociales y ambientales en los cuales nuestra sociedad está inmersa.

 

Desde la Cámara de Emprendimiento y Aceleración de la ANDI podemos encontrar emprendimientos que trabajan en esa línea de la sostenibilidad, solucionando retos que como sociedad enfrentamos en esos tres entornos (económico, social y ambiental). Podemos resaltar, por ejemplo, empresas como Greenplast, RVA, Biplasto, Heicke, Ecobot, Kaptar, Pleia, Smart Intern Mobility y muchas otras, las cuales lidian con los entornos VICA (volátiles, inciertos, cambiantes y ambiguos), donde cada vez las condiciones se hacen más complejas y en los que las soluciones que planteen deben responder a esa trifecta de la sostenibilidad y el florecimiento. Los emprendimientos que no respondan a ese propósito no podrán asegurar su permanencia en el mercado del futuro.

 

Con este objetivo, en nuestro entorno nacional se ha planteado la Agenda 2030, donde vamos a contar con una hoja de ruta para pensar acciones con una visión de país a largo plazo, teniendo como eje principal los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). De ahí se desligarán programas y políticas en los que, además de la dimensión económica, se centren en lo social, lo medioambiental y la prosperidad. Esto último teniendo como foco mejorar la calidad de vida de todos los colombianos, especialmente la de los más pobres y vulnerables.

 

Además de empezar como ecosistema a medir esos niveles de sostenibilidad, también apremia la necesidad de educar a los actores de este entorno para que tengan un objetivo hacia el florecimiento. Para ello, una de las herramientas interesantes que pueden utilizar nuestros líderes es la del diseño del canvas de modelo de negocios para las empresas florecientes —Flourishing Business Canvas o Strongly Sustainable Business Model, (FBMC)—, en el cual investigadores y emprendedores buscan poner en práctica los principios de la ontología de modelos de negocio fuertemente sostenibles. Como lo expone David Cooperrider, cocreador del FBMC, esta herramienta parte del canvas del modelo de negocio planteado por Alexander Osterwalder en 2004, y añade nueve preguntas adicionales que permiten al emprendedor abarcar la perspectiva social y ambiental dentro de su estructura empresarial.


Continúa un camino largo por recorrer, pero si como meta en nuestros ecosistemas locales, regionales y nacionales tenemos generar emprendimientos que le apuesten al futuro y a la permanencia de nuestras próximas generaciones, podremos seguir construyendo ese propósito hacia el equilibrio entre la existencia humana y nuestro planeta.