La combinación de un producto interno bruto que aumentó solo el 0,6 % en 2023, la caída de la inversión en más del 9 %, y la inflación, que sigue siendo alta, tienen que ser considerados signos de alerta, como un semáforo con luces amarillas que dan señales sobre lo que puede pasarle a la economía si no tomamos medidas al respecto en este momento para revertir esa tendencia.
Pasado el primer trimestre de 2024 vemos una economía con resultados extremadamente bajos en muchos sectores. De hecho, la tendencia registrada durante el año pasado, en la cual el desempleo no se movía y tanto la actividad productiva como la inversión caían, fueron un indicio claro de que en los primeros meses de este año íbamos a estar pagando el costo de una economía que venía presentando dificultades.
El bajo desempeño también se ve reflejado en caídas en la demanda agregada, una industria que registra contracciones durante más de 10 meses consecutivos, un comercio que no logra reanimarse, y una cadena de la construcción con contracciones de dos dígitos en prácticamente todos sus eslabones. La infraestructura registra caídas superiores al 1/ %. Este análisis de la situación actual nos arroja un panorama en el cual no hay razones estructurales para proyectar un 2024 muy distinto al segundo semestre de 2023. De no tomarse medidas, tendríamos una tasa de crecimiento económico alrededor del 1 %. Los esfuerzos de todos deben concentrarse en superar las causas que nos tienen en estos niveles.
Tenemos por delante un año complejo, en el cual el gran reto tiene que ser el crecimiento económico. Necesitamos hacer un trabajo conjunto con diferentes sectores. En la ANDI hemos pedido desde hace ya varios meses un plan urgente de reactivación económica. Es muy importante apalancar estrategias para el crecimiento de la construcción, que es uno de los sectores más golpeados, y el cual debería estar en niveles muy altos en términos de ejecución y dina- mismo. Su reactivación debe ser una prioridad.
Otro sector que vale la pena mirar es el de la energía, en el cual tenemos un importante riesgo de desabastecimiento a partir del año 2027 en términos de generación, o la eventual importación de gas natural en el año 202/. Estas son, sin duda, señales realmente malas para la economía.
Uno de los temas más álgidos es el de la salud. Preocupan las perspectivas de inestabilidad en el sistema por la imprevisión que plantea una crisis de servicio y atención a pacientes, y ya lo estamos viviendo con las intervenciones a varias EPS que terminarán afectando considerablemente a todos los usuarios. Vale la pena recordar que el gasto total en salud en Colombia es cercano al 8 % del PIB, lo que lo hace uno de los sectores más importantes.
A los sectores que están de capa caída, se suma la caída en el empleo, que es otra señal de alarma sobre lo que eventualmente le puede pasar al país en caso de que no se tome en serio la situación actual ni se hagan los correctivos que se han venido proponiendo desde distintos agentes económicos. El país debe revertir esa situación. Parte fundamental de la confianza que hay en una economía reside en la estabilidad de las normas y regulaciones que se aplican a los sectores. Esta realidad tiene especial importancia en los esfuerzos conjuntos que se hagan entre lo público y lo empresarial, en donde el peso de la regulación es vital, como es el caso de servicios públicos, infraestructura, salud y educación. La viabilidad, sostenibilidad e inversión en los mismos dependerá de las señales que envíe el Estado a los inversionistas.
Colombia sigue teniendo condiciones para ser uno de los líderes de Latinoamérica, pero algunas de las mayores fuentes de incertidumbre han estado en los anuncios que pueden afectar a la economía, entre ellos, lo que se refiere a las reformas estructurales planteadas por el gobierno: el trámite de una reforma pensional que pre- ocupa por su efecto sobre el ahorro nacional, el mercado de valores y las contingencias futuras sobre el Estado; el anuncio de una reforma la- boral que poco se ocupa de la productividad laboral, la generación de empleo o la reducción de la informalidad, inquietando especialmente a emprendedores y pymes por los efectos en su capacidad de mantener y generar empleo.
Estamos seguros de que un debate constructivo, en el cual se tuvieran en cuenta las observaciones y propuestas del sector empresarial a estos proyectos sería fuente de confianza para los actores económicos y sociales. Consideramos que es clave que se construya una estrategia de impulso al crecimiento económico en el corto y largo plazo, que incluya a los diferentes sectores y que, además, se generen las condiciones que reactiven la inversión tanto en lo público como en proyectos conjuntos con el sector productivo.
El tiempo será el encargado de demostrar el camino que en materia económica deberá recorrer Colombia durante 2024; sin embargo, el enfoque radicará en implementar políticas macroeconómicas responsables para el bienestar de todos los colombianos.