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mayo 6 de 2024
¿Cómo empezó el año y qué se puede esperar?

Los últimos años en Colombia y el mundo han sido períodos de alta turbulencia, marcada inestabilidad y una elevada incertidumbre. Pasamos de un período de pandemia, a una importante recuperación económica, seguida de un 2022 que se esperaba que fuera de relativa normalización. Pero no fue así. En el contexto internacional persisten los conflictos bélicos, la reconfiguración del comercio mundial y la alta volatilidad de los mercados.

En el caso colombiano, logramos una notable recuperación posterior a la pandemia, lo que nuevamente nos situó como una economía líder en la región. En 2022, con la divulgación del Plan Nacional de Desarrollo, encontramos que las metas de dicho programa eran poco ambiciosas, lo que contrastó con lo que usualmente se establece en esta hoja de ruta. Desafortunadamente, los resultados no solo han confirmado estas metas, sino que no ha sido posible alcanzarlas.

El 2023 definitivamente fue un año difícil y con resultados mediocres que nos presentan grandes retos, no solo para 2024, sino hacia el futuro. Se caracterizó por una fuerte desaceleración económica, con un entorno macroeconómico retador, alta incertidumbre, baja inversión, baja productividad y volatilidad en los mercados, donde además se agudizaron los problemas de inseguridad. En materia de crecimiento para Colombia, al finalizar 2022 preveíamos una tasa entre 0, / % y 1 % para el siguiente año, lo que sin duda significaba un retroceso frente a las tasas de los años inmediatamente anteriores. Desafortunadamente nuestros pronósticos se cumplieron. El 2023 terminó con una tasa de 0,6 %, lo que nos sitúa 1,6 puntos porcentuales por debajo del promedio latinoamericano.

Al analizar el comportamiento de la economía desde la perspectiva del gasto, preocupa la fuerte caída de la inversión, la cual se redujo -8,9 % en 2023, situando la tasa de inversión en 17,6 % como porcentaje del PIB, cuando hace unos años logramos niveles de 24 %. La baja inversión no sólo impactó el crecimiento del año anterior, sino que compromete el crecimiento futuro del país. Este resumido análisis de la situación actual nos arroja un panorama difícil, donde 2024 posiblemente sea un año muy similar a 2023. De no tomarse medidas, este año tendremos una tasa de crecimiento entre 1 % y 1, / %.

En este entorno retador e incierto nos preguntamos ¿cómo arrancó 2024?

Veamos algunos indicadores: según Raddar, el gasto de los hogares registró un relativo estancamiento al crecer 0,3 %, la demanda total de energía eléctrica aumentó 7,9 % –en tanto que la demanda de energía eléctrica no regulada solo creció 0,2 %–, el transporte de carga por carretera creció 7,/ %, la producción de café aumentó 9,9 % y la de petróleo 0,/ %, la iniciación de obras se contrajo -2/,1 %, los despachos de cemento cayeron -4,2 %, el recaudo de impuestos creció 4,8 % y, para los dos primeros meses del año, las matrículas de vehículos bajaron -8,2 %. Este panorama heterogéneo sigue mostrando una compleja coyuntura, donde sectores como industria, construcción y comercio, importantes generadores de empleo aún no reaccionan.

Adicionalmente, en la Encuesta de Opinión Industrial Conjunta, los empresarios manifestaron que esperan nuevas señales para continuar con los proyectos de inversión, tales como mayor crecimiento de la demanda, seguridad jurídica, reducción de las tasas de intereses, mayor crecimiento eco- nómico del país y estabilidad política, entre otros. La recuperación de altos crecimientos se debe convertir en nuestra prioridad, ya que sólo por esta vía lograremos mantener y generar empleo, y avanzar en el desarrollo eco- nómico y social.

Nuestros retos para este 2024, sin embargo, no terminan allí. La estabilidad macroeconómica, que se resume en los altos niveles de los déficits de gemelos, déficit en cuenta corriente y déficit fiscal, tampoco puede descuidarse.

El déficit en cuenta corriente se logró reducir de 6,2 % en 2022 a 3,4 % en 2023 debido a la caída en importaciones y al aumento significativo en las remesas. Nos resta la tarea de reactivar las exportaciones. Respecto a las finanzas públicas, en la última actualización del Plan Financiero, Minhacienda aumentó la meta de déficit fiscal para 2024 a -/,3 %. En este punto persisten interrogantes alrededor del comportamiento de los recaudos durante el año, teniendo en cuenta la baja dinámica en 2023 y la prevista para 2024. Respecto al tema fiscal, es muy importante que el país se comprometa con el cumplimiento de la regla fiscal; de lo contrario, corremos el riesgo de encarecer aún más nuestras fuentes de financiación. El cumplimiento de la regla fiscal se logró especialmente por una baja ejecución del gasto en algunos sectores, y en particular en la inversión.

Otro frente donde se percibe preocupación en los hogares y empresas está en la inseguridad, la cual se manifiesta en robos, hurtos, secuestros, extorsiones y bloqueos ilegales de carreteras. En el caso empresarial están la piratería terrestre, el microtráfico, las extorsiones, los ciberdelitos, los bloqueos y las manifestaciones que impiden la libre circulación de mercancías.

Todo lo anterior configura un ambiente de incertidumbre que no logra despejarse. Desde la ANDI hemos manifestado que los anuncios del gobierno y una agenda legislativa intensa –debido a las múltiples reformas presentadas ante el Congreso– generan un alto nivel de in- certidumbre política y económica. En cuanto a la reforma de la salud, origina un riesgo en términos de aseguramiento del sistema e, incluso, puede conllevar a la falta de prestación de los servicios como resultado de una situación operativa y financiera donde, eventualmente, el sistema de salud no sea capaz de atender a los pacientes.

El trámite de una reforma pensional pone en riesgo el ahorro de los colombianos y la liquidez en el mercado de capitales, arriesgando el financiamiento de las grandes obras de infraestructura de mediano y largo plazo que necesita el país para aumentar la competitividad. El anuncio de una reforma laboral, que afecta la generación de empleo y no reduce la informalidad, preocupa especialmente a emprendedores y pymes por los efectos en su capacidad de mantener y generar empleo. También disminuye la productividad, aumenta la desigualdad y perjudica especialmente a la población más vulnerable.

En este punto insistimos en la necesidad de debatir las reformas teniendo en cuenta las con- sideraciones y preocupaciones que presentan todos los actores sociales. Es decir, trabajadores, empresarios, academia, futuros pensionados y pacientes, entre otros. De igual forma, recalcamos la importancia de contar con los debidos análisis técnicos del impacto económico de es- tas iniciativas, su costo fiscal y su incidencia sobre crecimiento actual y futuro.

Sin duda 2024 es un año retador. Desde la ANDI, insistimos en la necesidad de implementar una agenda de crecimiento que se traduzca en una reactivación económica y nos permita recuperar no solo el crecimiento de corto plazo, sino el crecimiento potencial de la economía.