El vaivén arancelario que ha resultado de las tensiones políticas y comerciales entre Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del mundo, ha generado un efecto de distorsión en el comercio y cambios en los flujos de mercancías.
María Carolina Uribe, Directora Ejecutiva de la Dirección de Industria de la ANDI
La guerra comercial es uno de los acontecimientos más interesantes y preocupantes de la economía internacional en los últimos años. El giro proteccionista de la política comercial de Estados Unidos, la economía más grande del mundo, ha planteado la posibilidad de una reconfiguración del sistema multilateral de comercio y ha originado cambios en los flujos globales de mercancías.
Esta confrontación se ha desarrollado en diversos escenarios, en los cuales el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha defendido la necesidad de recuperar la capacidad productiva y de innovación estadounidense a través de la imposición de medidas de restricción al comercio. Las retaliaciones a estas acciones no se han hecho esperar, llevando la confrontación a un rápido escalamiento, que ha impactado la política comercial de importantes actores del comercio mundial.
Las batallas más representativas que ha librado Estados Unidos son, por un lado, la de la industria de acero y aluminio y, por otro, la que enfrenta contra China para evitar las violaciones a la propiedad intelectual de las compañías norteamericanas.
En el campo del acero y aluminio, y bajo el amparo de la Sección 232 del Trade Act de 1962, durante un acto simbólico en el que estuvieron presentes trabajadores de la industria, el Presidente Trump firmó en marzo de 2018 la orden ejecutiva a partir de la cual se establecían sobrearanceles del 25% al acero y del 10% al aluminio. De esta forma generó restricciones a las importaciones, totalizadas en US$10,2 billones y US$10 billones en 2017, respectivamente.
De forma consecuente, distintos países iniciaron acciones para buscar su exclusión, incluso por medio de retaliaciones. Fueron notables las contramedidas establecidas por la Unión Europea, China, India, Turquía, Canadá y México. El caso de estos dos últimos países fue un tema de debate que se abordó hasta en la renegociación del NAFTA. No obstante, el 20 de mayo de 2019 Estados Unidos anunció que había alcanzado un acuerdo con México y Canadá, motivo por el cual se eliminaron los aranceles estadounidenses al acero y aluminio provenientes de estos países, mientras que ellos se comprometieron a hacer lo mismo con los impuestos implementados en represalia.
El otro campo de batalla se desplegó contra Beijing, teniendo eco en la industria debido a que las sanciones comerciales involucraron distintos sectores manufactureros. Donald Trump, con el objetivo de propiciar un cambio en las políticas de propiedad intelectual de China y de equilibrar la balanza comercial (que para 2018 fue deficitaria en US$419 billones, siendo este el mayor registro desde 2008), ha fijado medidas que afectan el 96% de las exportaciones de China a Estados Unidos, bajo el marco de la Sección 301 del Trade Act de 1974.
La implementación de sobrearanceles se ha realizado por etapas y ha avanzado de acuerdo con las medidas de defensa del gigante asiático. En ese sentido, durante el año y medio durante el cual se ha extendido la guerra comercial, Estados Unidos ha establecido cuatro rondas de incrementos arancelarios, elevando el arancel promedio a las importaciones provenientes de China de un 3,1% antes de iniciar la guerra comercial a un 26,6% para el 15 de diciembre de 2019, momento en que todas las sanciones estarán vigentes.
Desde el punto de vista del país asiático, que ha decidido defender sus intereses, incluso asumiendo la desaceleración de su economía, se han establecido contramedidas arancelarias que habrán aumentado el arancel promedio para las importaciones originarias de Estados Unidos al 25,9% el 15 de diciembre, desde el 8% que se registraba antes de iniciar esta confrontación. Sumado a ello, China ha aplicado una estrategia de devaluación del renminbi (también conocido como yuan) que ha representado una pérdida del valor del 10% frente al dólar en el transcurso de este conflicto, con el propósito de mitigar los efectos del incremento de tarifas arancelarias.
Contrario a lo ocurrido en los meses anteriores, durante el mes de septiembre, tanto el Presidente Trump como su homólogo Xi Jinping han distendido las relaciones comerciales. Por un lado, el primero aplazó un incremento arancelario previsto para el 1 de octubre y realizó algunas exclusiones de los productos abarcados en la segunda ronda de aranceles. De otra parte, Beijing excluyó el cerdo, la soya y otros productos agrícolas de interés norteamericano de las sanciones arancelarias.
Ahora bien, durante la decimotercera ronda de negociaciones, realizada a inicios de octubre en Washington, Estados Unidos y China alcanzaron la primera fase de un Acuerdo Comercial que permite dar solución a su coyuntura; no obstante, aún hay incertidumbre sobre lo qué pueda pasar hasta que el acuerdo sea firmado e implementado. A pesar de las tensiones existentes entre ambas potencias, los avances sustanciales se evidenciaron en: 1) lineamientos para el manejo cambiario del renminbi (Yuan), 2) mejoras en la protección de la propiedad intelectual y la transferencia de tecnología, 3) compras entre US$40 y US$50 billones a productos agrícolas norteamericanos por parte de China, 4) mayor acceso a empresas de servicios financieros al mercado chino.
Por último y como resultado de esta reunión, se suspendió el incremento del 25% al 30% de aranceles programado para el 15 de octubre sobre la segunda lista de bienes y se acordó que durante las tres semanas siguientes se realizaría la redacción y verificación legal del instrumento. La intención de firmarlo queda postergada debido a la cancelación de la reunión de APEC que se llevaría a cabo en Santiago de Chile. El desempeño de las economías y del comercio internacional ha reflejado la magnitud de las tensiones comerciales. En primer lugar, para China ha representado la pérdida de dos millones de empleos, según el banco de inversión China International Capital Corp (CICC), y el PIB ha alcanzado un mínimo histórico de crecimiento desde 1992, con una tasa del 6,2% para el segundo trimestre de 2019. En esta línea, recientemente la Administración General de Aduanas de este país publicó el comportamiento del comercio exterior en agosto, indicando que las exportaciones cayeron un 1% y las importaciones 5,6%, con relación a julio. Ello revela un distanciamiento de la máquina exportadora de crecimiento de dos dígitos que impulsó la economía asiática durante dos décadas.
Para Estados Unidos, de acuerdo con un análisis de Moody’s, la guerra comercial ha generado una reducción de 0,3% en el PIB y ha evitado que se creen al menos 300.000 trabajos. En términos de comercio exterior la Oficina del Censo señaló en su último informe que de enero a julio de 2019 las exportaciones han disminuido un 0,6% y las importaciones se han incrementado en 0,4%, en comparación con el mismo periodo de 2018.
A estos dos escenarios de la guerra comercial se suma la expectativa internacional por la apertura de un nuevo frente de batalla relacionado con las restricciones estadounidenses a la importación de autopartes y automóviles. En mayo de 2018 el Presidente Trump había solicitado al Departamento de Comercio un informe en el que se analizara si las importaciones de estos productos impactaban la seguridad nacional.
Los resultados de esta investigación, que comenzó en el marco de la Sección 232 del Trade Expansion Act de 1962, se entregaron al Presidente Trump el 16 de febrero de 2019. Con base en estos hallazgos y luego de un periodo de estudio, el pasado 17 de mayo Estados Unidos anunció que retrasaría hasta noviembre la decisión de imponer nuevos aranceles a la importación de automóviles; entre tanto avanza en las renegociaciones con Japón y la Unión Europea. En esta investigación es necesario considerar que, de acuerdo con estimaciones del Center for Automotive Research de Michigan, al imponer sobrearanceles del 25% se podrían perder 366.900 trabajos en la industria.
Ahora bien, el balance sobre la guerra comercial implica abordar las principales consecuencias generadas en un mundo globalizado, en el cual se habían construido un conjunto de principios frente al comercio internacional y en donde los flujos de comercio se habían venido configurando. El primer efecto adverso se presenta sobre el funcionamiento del sistema multilateral de comercio, que tiene como pilar a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El enfrentamiento ha generado controversias sobre la utilidad y el funcionamiento de la OMC, y, particularmente, sobre su órgano de solución de diferencias, debido al incumplimiento de los acuerdos sobre los cuales se fundaron los pilares del modelo, sumado al poco espacio de maniobra con el que cuenta para hacer cumplir su normatividad.
El segundo impacto se focaliza en la afec - tación considerable en términos de desviación de los flujos de comercio y la reducción de la competitividad de las empresas a causa del alza en las restricciones por parte de los países afec - tados. Esto tiene lugar en la medida en que las compañías han fijado sus modelos de producción con base en las reglas de comercio preestableci - das, con el fin de vincularse en las denominadas Cadenas Globales de Valor, aprovechando las ventajas competitivas de las diferentes regiones y la especialización de la producción.
Los mercados, igualmente, han visto cómo migran las empresas en busca de países donde reubicar su producción para evitar las restric - ciones arancelarias, lo cual puede derivar en beneficios o afectaciones, dependiendo de si el país es un lugar de destino o de fuga de los capitales.
Ahora bien, no cabe duda de que este enfren - tamiento comercial ha generado efectos adversos sobre la economía mundial, al mismo tiempo que las nuevas tensiones políticas y comerciales han abierto las puertas a un nuevo escenario de in - certidumbre, en el que las presiones políticas se traducen en amenazas arancelarias por parte de Estados Unidos, buscando así un apalancamiento en sus diferentes intereses.
Particularmente y frente a la coyuntura con China, habrá que considerar el efecto real del acuerdo sobre la economía, si se mantienen los aranceles o se eliminan, y si, en últimas, se corrige de manera efectiva y adecuada la problemática del país asiático.